viernes, 23 de diciembre de 2016

¿Cómo lo hemos permitido?



Aquí tenemos al bueno de César Manrique denunciando, imaginamos que con su vehemencia habitual, un atentado al paisaje de Lanzarote. Cuando poca gente percibía lo que se avecinaba César señalaba, indignado, los desastres medioambientales. La foto tiene una purriada de años; más de cuarenta. Parece que el dedo del artista apuntaba a unas torres de alta tensión, aunque realmente apuntaba a una clase política rendida a los pies de sus amos. Pero sus ojos nos miran a nosotros. Mano y ojos van en diferente dirección y, sin embargo, preguntan lo mismo: ¿Cómo permitimos que esto ocurra?

Varias décadas después los mismos actores políticos cometen el mismo atentado al paisaje de Fuerteventura. Red Eléctrica de España está destrozando la isla en toda su extensión. Hace cinco años este blog denunciaba la salvajada que se iba a cometer (Fuerteventura: Reserva de Red Eléctrica); hace ocho meses insistíamos (Fuerteventura...¿Te queremos bonita?). Durante ese prolongado tiempo un grupo reducido de personas ha hecho todo lo humanamente posible por impedir el atentado. Como sospechábamos desde el principio, la mafia de Red Eléctrica Española había encontrado estrecha colaboración en el Cabildo de Fuerteventura y en el Gobierno de Canarias. El Cabildo se quejó con la boca chica y no se opuso con la firmeza que se precisaba para defender a Fuerteventura; el Gobierno declaró de interés general para Canarias la instalación de más de 300 torretas de 50 metros de altura en esta isla.



Esta es la cruda realidad. Es posible que en las últimas semanas a usted le hayan llegado noticias de las quejas del Cabildo de Fuerteventura ante esta barbaridad. Es solo un reflejo demagógico de última hora ante la evidencia constatable de la instalación de las torretas: donde usted antes admiraba belleza ahora observa vergüenza de 132 kilovoltios. Así que han activado a su gabinete de prensa para difundir la mentira de su oposición a un proyecto aprobado por CC y el PSOE. Y es posible que todavía haya algún incauto que los crea, o algún estómago agradecido deudor, o algún totorota que sigue creyendo que los ecologistas esos están siempre en contra del progreso. Pero ahora, que hemos pasado del dibujo futurista a la dura realidad, es muy difícil que cualquier persona con dos dedos de frente los crea. Si usted lo hace, sea bienvenido al mundo de los singuangos.



Desde la Luz de Mafasca, Fuerteventura no había sido sobrecogida por un misterio similar: nadie quería las trescientas torretas pero, de repente, van brotando, en una lucha desigual, contra el horizonte majorero. Y todos los indicios apuntan a que la culpa es de Gran Canaria o de Tenerife, ya saben, esas perversas islas cuyo único objetivo de su existencia es joder a las demás. No se rían. Ese es el argumento que acabamos de leer en el último (y lamentable) artículo escrito por el anterior presidente del Cabildo, Mario Cabrera o, en su defecto, por su fiel escudero. En el artículo, titulado Canarias desmontable, Mario Cabrera escribe lo siguiente: ¿Saben ustedes que Red Eléctrica está sembrando Fuerteventura de grandes torres eléctricas en contra de la opinión de todas las instituciones majoreras? ¿En Gran Canaria sí se asume la decisión de las instituciones sobre la regasificadora, pero los majoreros tenemos que convivir con las grandes eléctricas campando a sus anchas por tableros y gavias?”

Hay que tener los amperios muy grandes y bien puestos para escribir semejante y bochornoso infundio. Este hombre o piensa que todos somos tontos o es un inepto.Tampoco debemos descartar ambas ideas: que a su ineptitud se le sume la creencia (tras tantos años de halagos ejercidos por sus rastreras camarillas) de que puede insultar impunemente a la inteligencia colectiva. Porque, a ver si nos entendemos: un alcalde de un pequeño municipio (ahora presidente del Cabildo de Gran Canaria), perteneciente a un pequeño partido municipal, se planta ante el Gobierno de Canarias y logra que en su municipio no se instale una regasificadora; en cambio Mario Cabrera (que según él se oponía a la instalación del nuevo tendido), siendo presidente del Cabildo durante dos legislaturas y perteneciendo al mismo partido que gobierna Canarias desde hace lustros no logra paralizar un proyecto innecesario y nefasto para Fuerteventura. A eso, en mi pueblo, se le llama ser un machango, un flojo, un vendido; en fin, lo que viene siendo un inepto en su acepción más precisa.



El caso es que, lloradas insularistas y complejos de inferioridad aparte, las trescientas torretas, con su precioso cableado, ya está aquí. Como denunciamos en los anteriores artículos esto se lo debemos a los amos (el poder económico) y a sus lacayos (el poder político). Pero antes de que se instalaran las torres una parte importante de la ciudadanía podía mirar hacia otro lado; ahora es imposible porque, mires donde mires, verás el imponente exceso de esa basura metálica. Y lo más doloroso es, quizás, que la pregunta de César Manrique sigue vigente y sin respuesta cuarenta años después: ¿Cómo hemos permitido que esto ocurra?

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