jueves, 29 de diciembre de 2016

Cuando al arte se le va el baifo






Esto que usted ve en la fotografía no es lo que usted cree. A lo mejor piensa que es un observatorio hawaiano, o un garaje interestelar, o que a alguien se le rompió un molinillo de café de los de antes. Si usted tiene esas visiones es porque no tiene maldita sensibilidad artística.

Esa insensibilidad se le quitaría si usted fuese político. Entonces comprendería que esa obra, que van a instalar en el Parque Natural de Jandía, es: Un complemento para el sol y la playa; un referente turístico de primer orden; un actractivo importantísimo; una singularidad arquitectónica, artística, escultórica, turística y ambiental; una obra que pretende auspiciar un enclave propicio para el enaltecimiento de la canariedad.

Si usted no se dedica a la política profesional, no podrá ver todo eso porque no tiene acceso al restringido mercado de las modernas drogas visionarias. Las pastillas son administradas cuando alguien lleva un par de legislaturas con poltrona. Parece ser que entonces ya su cuerpo y su mente se han adaptado y soportan cualquier exceso. Y, como ya está preparado, empieza a ver beneficios invisibles, se flipa con la modernidad, los macroproyectos le excitan y pega usted a decir tonterías.

También puede ser que usted no necesite esas drogas porque ya nació con ese punto ultrasensorial que lo capacita para flipar impunemente y que encima tenga grupos de adeptos que le rían las gracias. Le pasó a Chillida con Tindaya y ahora le pasa a Pepe Dámaso con el Mirador de Los Canarios.

Eso que ven en la fotografía es una gran caracola. Por dentro tendrá restaurantes, sala de exposiciones, paneles interpretativos de la naturaleza y tiendas. En fin, otro centro de consumo. Cuesta (de salida) dos millones y medio de euros. Pero no se preocupe porque es dinero público y a usted no le costará nada.

La caracola la construirán en un espacio protegido, lindando con yacimientos arqueológicos, en un lugar en el que usted ahora puede ir y verá gratis la belleza de Cofete. Por favor, no lo haga. Espere a que el genio nos inspire con su especial percepción y le cobre. Ni punto de comparación.

A Pepe Dámaso lo subieron unos políticos hace unos años al mirador y encontró allí arriba una caracola. Uno de esos políticos, Blas Acosta, ya quiso hace unos años construir un aeropuerto en el sur de la isla. Pero, a pesar de tener el título de piloto, no le salió bien la jugada. Todavía era un simple concejal de Pájara y sus visiones eran leves, casi transitorias. Ahora el hombre está crecido y ya ve sobres volando, turistas que se multiplican hasta el infinito, hoteles y hamacas que le hablan al oído.

Si usted hubiese subido sin compañía política y sin sensibilidad artística a ese mirador y hubiese encontrado la caracola, mucho nos tememos que no le hubiese sacado partido. Lo mismo la acariciaba, le intentaba sacar sonido, le pegaba la oreja para escuchar el mar escondido o se hubiese preguntado qué carajo hacía una caracola en aquella degollada. Pero la encontró un artista y al lado tenía a un político. En el fondo debemos estar agradecidos porque no se encontró una colilla, ni una lata de mirinda, ni un condón usado. ¿Se lo imaginan?


viernes, 23 de diciembre de 2016

¿Cómo lo hemos permitido?



Aquí tenemos al bueno de César Manrique denunciando, imaginamos que con su vehemencia habitual, un atentado al paisaje de Lanzarote. Cuando poca gente percibía lo que se avecinaba César señalaba, indignado, los desastres medioambientales. La foto tiene una purriada de años; más de cuarenta. Parece que el dedo del artista apuntaba a unas torres de alta tensión, aunque realmente apuntaba a una clase política rendida a los pies de sus amos. Pero sus ojos nos miran a nosotros. Mano y ojos van en diferente dirección y, sin embargo, preguntan lo mismo: ¿Cómo permitimos que esto ocurra?

Varias décadas después los mismos actores políticos cometen el mismo atentado al paisaje de Fuerteventura. Red Eléctrica de España está destrozando la isla en toda su extensión. Hace cinco años este blog denunciaba la salvajada que se iba a cometer (Fuerteventura: Reserva de Red Eléctrica); hace ocho meses insistíamos (Fuerteventura...¿Te queremos bonita?). Durante ese prolongado tiempo un grupo reducido de personas ha hecho todo lo humanamente posible por impedir el atentado. Como sospechábamos desde el principio, la mafia de Red Eléctrica Española había encontrado estrecha colaboración en el Cabildo de Fuerteventura y en el Gobierno de Canarias. El Cabildo se quejó con la boca chica y no se opuso con la firmeza que se precisaba para defender a Fuerteventura; el Gobierno declaró de interés general para Canarias la instalación de más de 300 torretas de 50 metros de altura en esta isla.



Esta es la cruda realidad. Es posible que en las últimas semanas a usted le hayan llegado noticias de las quejas del Cabildo de Fuerteventura ante esta barbaridad. Es solo un reflejo demagógico de última hora ante la evidencia constatable de la instalación de las torretas: donde usted antes admiraba belleza ahora observa vergüenza de 132 kilovoltios. Así que han activado a su gabinete de prensa para difundir la mentira de su oposición a un proyecto aprobado por CC y el PSOE. Y es posible que todavía haya algún incauto que los crea, o algún estómago agradecido deudor, o algún totorota que sigue creyendo que los ecologistas esos están siempre en contra del progreso. Pero ahora, que hemos pasado del dibujo futurista a la dura realidad, es muy difícil que cualquier persona con dos dedos de frente los crea. Si usted lo hace, sea bienvenido al mundo de los singuangos.



Desde la Luz de Mafasca, Fuerteventura no había sido sobrecogida por un misterio similar: nadie quería las trescientas torretas pero, de repente, van brotando, en una lucha desigual, contra el horizonte majorero. Y todos los indicios apuntan a que la culpa es de Gran Canaria o de Tenerife, ya saben, esas perversas islas cuyo único objetivo de su existencia es joder a las demás. No se rían. Ese es el argumento que acabamos de leer en el último (y lamentable) artículo escrito por el anterior presidente del Cabildo, Mario Cabrera o, en su defecto, por su fiel escudero. En el artículo, titulado Canarias desmontable, Mario Cabrera escribe lo siguiente: ¿Saben ustedes que Red Eléctrica está sembrando Fuerteventura de grandes torres eléctricas en contra de la opinión de todas las instituciones majoreras? ¿En Gran Canaria sí se asume la decisión de las instituciones sobre la regasificadora, pero los majoreros tenemos que convivir con las grandes eléctricas campando a sus anchas por tableros y gavias?”

Hay que tener los amperios muy grandes y bien puestos para escribir semejante y bochornoso infundio. Este hombre o piensa que todos somos tontos o es un inepto.Tampoco debemos descartar ambas ideas: que a su ineptitud se le sume la creencia (tras tantos años de halagos ejercidos por sus rastreras camarillas) de que puede insultar impunemente a la inteligencia colectiva. Porque, a ver si nos entendemos: un alcalde de un pequeño municipio (ahora presidente del Cabildo de Gran Canaria), perteneciente a un pequeño partido municipal, se planta ante el Gobierno de Canarias y logra que en su municipio no se instale una regasificadora; en cambio Mario Cabrera (que según él se oponía a la instalación del nuevo tendido), siendo presidente del Cabildo durante dos legislaturas y perteneciendo al mismo partido que gobierna Canarias desde hace lustros no logra paralizar un proyecto innecesario y nefasto para Fuerteventura. A eso, en mi pueblo, se le llama ser un machango, un flojo, un vendido; en fin, lo que viene siendo un inepto en su acepción más precisa.



El caso es que, lloradas insularistas y complejos de inferioridad aparte, las trescientas torretas, con su precioso cableado, ya está aquí. Como denunciamos en los anteriores artículos esto se lo debemos a los amos (el poder económico) y a sus lacayos (el poder político). Pero antes de que se instalaran las torres una parte importante de la ciudadanía podía mirar hacia otro lado; ahora es imposible porque, mires donde mires, verás el imponente exceso de esa basura metálica. Y lo más doloroso es, quizás, que la pregunta de César Manrique sigue vigente y sin respuesta cuarenta años después: ¿Cómo hemos permitido que esto ocurra?

domingo, 18 de diciembre de 2016

Enchufes de luxe en el Cabildo de Fuerteventura

(Berriel y su dedo amenazante. Imagen obtenida de diario.es)

A continuación subimos a este blog el artículo de Andrés Briansó (Consejero de Podemos en la oposición del Cabildo de Fuerteventura) sobre la maniobra orquestada para enchufar, con el más alto rango y salario, a tres personajes con dudosa ética y mínimos escrúpulos.

Los tres mosqueteros, como los designa Briansó, son: Domingo Berriel Martínez, cuyo abundante currículo de actuaciones en contra del bien común ya ha sido tratado en este blog; Eduardo Pereira, gerente (por designación política) del Parque Tecnológico, ex director del aeropuerto y segundo sueldo más elevado del Cabildo; y Manuel Hernández Cerezo, un enchufado del PSOE al que se le creó una plaza a medida para que pueda ejercer como interventor accidental del Consorcio de Aguas.
Esta es la historia del penúltimo intento de reírse en la cara de la ciudadanía y, encima, pagarlo con nuestro dinero.


Enchufes de luxe en el Cabildo de Fuerteventura.

La redacción del Reglamento orgánico del Cabildo de Fuerteventura, cuya aprobación inicial fue acordada en el pleno del pasado 9 de mayo con el apoyo de los grupos de Gobierno, Nueva Canarias y el PP Majorero, es uno de los amaños más vergonzosos que ha padecido esta institución insular en los últimos años. Básicamente se han hecho un traje a medida, decidiendo un cambio normativo que posibilita crear puestos de trabajo diseñados para ellos. Ellos han sido los sastres, pero la tela la pagamos entre todas.
 Nada es lo que parece y nada es casualidad. Esta es la sucesión de hechos: el primer borrador de reglamento orgánico le fue encomendado al secretario general de la Corporación insular, que lo redactó en comunicación con los demás secretarios de los cabildos insulares. Sin embargo, ese borrador fue desechado por el presidente, sin que hasta la fecha nos hayan explicado los motivos.
Posteriormente, se crea una comisión (no consta nombramiento), a la que se le encomienda la redacción de un nuevo borrador de reglamento orgánico, integrada por: Domingo Berriel, actual gerente del Consorcio de Abastecimientos de Aguas; Eduardo Pereira González, actual gerente de la sociedad Parque Tecnológico de Fuerteventura, S.A. y Manuel Hernández Cerezo, interventor accidental del Consorcio de abastecimiento de aguas.
Surgen demasiadas preguntas, desde qué experiencia y conocimiento tienen estas personas en materia de Administración Local para acometer la redacción de un reglamento orgánico a cuál es el título jurídico –la cobertura legal- que las vincula con el Cabildo y les permite redactar el documento. Por ejemplo: ¿Berriel y Hernández fueron autorizados por el Consorcio de Aguas para destinar parte de su jornada laboral a este cometido?  ó ¿la sociedad del Parque tecnológico autorizó a Pereira?
Hay que tener en cuenta que Cabildo, Consorcio y Parque Tecnológico son personas jurídicas independientes, de modo que no es admisible que el personal de estos entes trabaje indistintamente para cualquiera de ellos aunque el Cabildo sea “el padre y la madre” de los otros dos.
Es posible que digan que el trabajo lo hicieron en su tiempo libre, por las tardes. Sin embargo, eso podría suponer el ejercicio de una actividad mercantil o profesional para la que se requiere disponer de la compatibilidad necesaria y no nos consta que el Consorcio y el Parque Tecnológico la hayan concedido.
Parece claro que el papel de Manuel Hernández en esta comisión es meramente simbólico; se limita a ser la persona de confianza de Blas Acosta, participando los otros dos miembros de forma más activa, desconocemos si han recibido emolumentos por esta labor, pero lo que sí es seguro es que el gran beneficio se ha traducido en forma de sillón en el propio Cabildo.
Veamos un poco la trayectoria de los candidatos al enchufe de luxe hasta llegar a este punto.
Una vez que Domingo Berriel cesó como consejero del gobierno de Canarias volvió a ocupar su antiguo puesto de gerente del Consorcio. Sin embargo, su vuelta no se produjo en las mismas condiciones que cuando lo dejó: se le incrementaron considerablemente sus retribuciones (tema bajo investigación por la propia Dirección Insular del Gobierno) y, además, no tiene su oficina en la sede del Consorcio sino en la sede del Parque tecnológico supuestamente realizando un trabajo de planificación insular.
En cuanto a Eduardo Pereira su gestión como gerente del Parque Tecnológico parece que se ha limitado a dirigir los contratos de las obras de urbanización del parque tecnológico y de construcción del edificio que alberga la sede del mismo. No obstante, contó para esa labor con una empresa especializada en asistencia técnica en esa materia por lo que su gestión fue bastante limitada. El problema de Pereira es que debe resolver su excedencia en Aena. Su vuelta a Aena significaría dejar la isla y debido a su integración en la misma esto sería un problema.
Respecto a Manuel Hernández Cerezo, no se le conoce trabajo lejos de polémicos nombramientos a dedo, como personal de confianza en el propio Cabildo, o como interventor accidental del Consorcio de abastecimiento de aguas en una plaza sorprendentemente modificada a su medida exigiendo licenciatura en Derecho en contra de la habitual y más coherente en Económicas.
Por otro lado, tenemos al presidente del Cabildo y su consejero de economía que tienen dificultades para gestionar la corporación insular; les resulta muy grande en comparación con el ayuntamiento de Puerto. Carecen de habilidades sociales para relacionarse con los empleados del Cabildo, no tienen empatía y, además, no confían en la gestión de las unidades administrativas de la corporación insular. En resumen, que no hay “feeling” y necesitan recurrir a personas ajenas a la corporación para que le ayuden a resolver sus problemas de gestión.
Es aquí donde entran en juego D. Domingo y D. Eduardo. Ellos asumen la redacción del reglamento orgánico pero a cambio de resolver su situación personal. Para lograr ese objetivo introducen disposiciones en el reglamento que van a facilitar su encaje en la estructura administrativa del Cabildo como funcionarios de carrera. 
Una primera opción era designar a estas tres personas directores insulares. Opción que contempla tanto el vigente reglamento orgánico como el futuro reglamento. Sin embargo, tal opción no prosperó. Desconocemos las razones.
La nueva propuesta es, si cabe, más atractiva para estos interesados. No ocuparán un cargo de designación política, lo cual da un elevado grado de provisionalidad a su desempeño; entran como funcionarios y ese riesgo desaparece. El único riesgo es que una nueva corporación los cese en su puesto pero seguirán siendo funcionarios del Cabildo.
La cuestión, por tanto, es como dar forma, a su entrada en el Cabildo. No pueden entrar para ocupar cualquier puesto y tener el mismo nivel o, incluso inferior al de otros empleados. Ellos no vienen para recibir órdenes sino para darlas. No vienen a trabajar sino para que otros trabajen para ellos.
Por lo tanto, el primer paso es cambiar, vía reglamento orgánico, la estructura de la RPT (relación de puestos de trabajo del Cabildo);  el siguiente paso es modificar las condiciones de acceso a los puestos de jefatura de las diferentes unidades (sean servicios o secciones). El reglamento establece en su artículo 64 que se realizará por concurso y podrán participar, aquí está la clave, funcionarios de otras Administraciones. Con ello se consigue abrir la puerta para que entren los tres mosqueteros. Entran por la vía del concurso sin necesidad de realizar oposición alguna.
Además, introducen otras medidas que son especialmente gravosas y discriminatorias para los empleados de esta corporación: no podrán acceder a las jefaturas los titulados A2. Una medida clasista y de muy difícil justificación.
Aunque esas personas aún no forman parte de la estructura administrativa del Cabildo ya actúan como si lo fueran. Se les han hecho algunos encargos ya, y ellos mismos han realizado llamadas a empleados del Cabildo recabando información lo que está generando gran desconcierto pues se trata de una situación completamente anormal y que se aparta del funcionamiento riguroso que debe seguir la Administración Pública.
No es la primera vez que en el Cabildo de Fuerteventura quien redacta la norma diseña un puesto a su propia medida, pero esta vez al menos los majoreros tienen a tres infiltrados de  morado que denuncian e intentarán impedir esta felonía.