sábado, 30 de noviembre de 2013

Tindaya en peligro y el PSOE en el limbo

En los últimos meses se han resuelto dos causas judiciales sobre la Montaña de Tindaya y el esperpéntico proyecto de agujerearla bajo la coartada de una pretenciosa obra de arte. La primera de las causas fue ganada por la Federación Ecologista Ben Magec – Ecologistas en Acción. El Gobierno de Canarias había aprobado, gracias a la labor del descatalogador de especies Domingo Berriel, las normas de conservación de ese Monumento Natural. Las normas fueron redactadas no para conservar el espacio y sus valores sino para permitir el agujero de Chillida. Las normas, entre otras barbaridades, obviaban la delimitación del Bien de Interés Cultural (BIC) que, por ministerio de ley, le corresponde al albergar la montaña una importantísima estación de grabados rupestres. Los grupos ecologistas y los profesionales de la arqueología en Canarias llevaban casi veinte años solicitando su declaración de BIC, su delimitación y su protección. En todas esas peticiones se solicitaba que se declarara Bien de Interés Cultural a toda la montaña. A pesar de ser el órgano competente y de estar obligado a su declaración formal, el Cabildo de Fuerteventura jamás procedió a hacerlo, incumpliendo lo legalmente dispuesto.

La sentencia anula las normas de conservación aprobadas por el Gobierno de Canarias, entre otros argumentos, porque no se había procedido a la delimitación del BIC. Al día siguiente el portavoz del Gobierno de Canarias manifestó que el proyecto (de abrirle un boquete para negocio de particulares) seguiría adelante. Es un proyecto irrenunciable; más bien un negocio irrenunciable.

Después de veinte años solicitando su protección real, el Cabildo Insular de Fuerteventura, a través del consejero de Cultura del PSOE, Juan Jiménez, se despachó el expediente de declaración de BIC en un mes. Para ello se volvieron a saltar lo dispuesto en la legislación: se debe realizar un estudio pormenorizado de los valores a proteger, estableciendo la protección no solo a los grabados, sino al espacio que los sustenta y los dota de contexto e interpretación: la Montaña de Tindaya. No se realizó ningún estudio. El expediente se basa en el informe de Fernando Álamo Torres, procedente de la memoria arqueológica del proyecto de Chillida. La Consejería de Cultura y Patrimonio, además, cercenó el informe técnico: en el estudio se solicitaba la protección no solo de los grabados sino de todos los valores arqueológicos de la Montaña. Para mayor escarnio, la delimitación propuesta por el Cabildo es de dos metros a partir de los grabados algo que, según el doctor en Historia y arqueólogo José de León, no tiene precedentes en toda la gestión del patrimonio histórico del Estado español. En resumen, una mierda de expediente que debería avergonzar al consejero y a los técnicos que lo firmaron y que volverá a enredar aun más, si cabe, la madeja administrativa de un caso delirante.

La segunda sentencia es de apenas una semana. El Tribunal Supremo ha desestimado la devolución del dinero público -23 millones de euros- que nos robaron directamente a través del entramado corrupto que auspició el propio Gobierno de Canarias. Es más, la sentencia deja claro que el Gobierno fue parte conocedora e interesada de ese robo. Al día siguiente, cómo no, el portavoz del Gobierno volvió a repetir la consabida matraquilla: el proyecto es irrenunciable. A estos les da igual las sentencias judiciales, el dinero común y la oposición ciudadana. El negocio es el negocio. Pero, casi al mismo tiempo, la diputada majorera del PSOE, Belinda Ramírez, manifestaba que la obra no es un proyecto prioritario y que no se debe gastar ni un euro más en esa ocurrencia. ¿A quién debemos creer?

El caso Tindaya es sintomático del estado catatónico en el que se encuentra un partido que pretende  ser una alternativa de gobierno. Y es un ejemplo de por qué las personas de izquierdas que alguna vez creyeron su canto de sirena les dan la espalda. Son incapaces de plantarse, si quiera, ante un caso flagrante de corrupción que arrastra la friolera de dieciocho años. Dicen una cosa y hacen la contraria solo con la finalidad de beneficiarse de los repartos de cargos que le garanticen cuatro años en la política profesional. No hay más. Mientras la diputada majorera vendía el humo a los cuatro vientos, su compañero de partido, Juan Jiménez, firmaba un expediente que constriñe la delimitación del BIC a su mínima expresión, para que no sea impedimento a la osadía de vaciar el espacio natural y cultural con más figuras de protección de este Archipiélago.

Y nos entra la duda de si nos toman por tontos o no dan más de sí, porque esa estrategia de permanecer en el limbo político la repiten con insistencia. Un ejemplo más de cómo un partido lleva a lo extremos la máxima de que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha. El PSOE en Canarias saca su mano izquierda para brindarle al sol y si tiene que cerrarla para entonar la Internacional ante las cámaras no duda en hacerlo. Con la derecha contribuye, sin ambages, a limitar los derechos civiles y a participar de la corrupción sin mostrar arrepentimiento. Tindaya, es todo un ejemplo.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

El día que cierren la Televisión Canaria

Cierran el Canal Nou, la televisión pública valenciana, y a sus trabajadores, que durante años han formado parte de su entramado manipulador, les entra una crisis de conciencia. Ahora que pierden sus puestos de trabajo denuncian lo que otras personas, colectivos y partidos venían denunciando desde hace tiempo. Un tiempo en el que permanecieron callados como erizos, dejando su dignidad de lado y su profesionalidad (y su profesión) a la altura de los ñoños y más abajo. Sí, es cierto, han pedido perdón públicamente, pero ese gesto solo ha sido motivado por el cierre de la empresa a la que le dedicaron lealtad por encima de los principios elementales del periodismo. Fueron lacayos y, sirva la comparación jurídica, conformaron la cooperación necesaria para que la manipulación pudiera producirse. No se pedían héroes ni modernos quijotes, simplemente que no traicionaran a su profesión: algo tan sencillo -y tan complejo- como no mentir, no ocultar la verdad, no censurar. Informar. Pero se dedicaron a desvestir la realidad y a ser la voz de su amo sin sentir la vergüenza de hacer justo lo contrario de lo que debieran. Y a los que sentían vergüenza transitoria el apuro se les curaba a base de nominazos.

Es posible que el Canal Nou llegara a niveles insufribles de manipulación mediática. Hasta en la deshonra hay jerarquías. Pero la Televisión Canaria podría echarle un pulso a su colega valenciana sin problema ninguno. Su director, Willy García, ha convertido un servicio público en un producto basura: la visión de algunos programas provocan náuseas y, en algunos casos, ganas de pedir asilo político en las Islas Salvajes. Si lo que se retrata en programas como La Gala o Viva la fiesta es parte de la idiosincrasia de este pueblo, larga y oscura es la travesía que nos queda por recorrer. Pero estamos convencidos de que, al igual que no nos sentimos representados por la mediocre clase política canaria, su televisión zafia, hortera y rastrera tampoco representa la realidad canaria por mucho fútbol, romería y baifo aromatizado con gofio de cinco cereales que nos metan por los ojos. Si este instrumento es, como sostienen, el eje vertebrador de este archipiélago estamos más empenados que una rueda de bicicleta sin radios.

Con todo, lo peor no es lo que sale, sino lo que ocultan. La joya de la corona, la esencia de la canariedad ultraperiférica, la emiten sus informativos. Paulino Rivero aparece y reaparece, entre noticias absurdas de sucesos, en los actos más inverosímiles e insustanciales. Ese hombre, si creemos las informaciones, no tiene vida. O tiene varias. O tiene dobles que lo sustituyen en las escenas peligrosas, bien arando con un burro majorero, bien peregrinando a todas las Vírgenes insulares, bien corriendo tantas medias maratones. Sí, de acuerdo, es el presidente del Gobierno, pero no deja de ser una de los dos millones de personas que habitan en esta tierra única. ¿Dónde están las casi cuatrocientas mil personas paradas?, ¿dónde las noticias sobre los recortes de los servicios sociales de Canarias?, ¿dónde la oposición al Puerto de Granadilla, a las regasificadoras, al agujero de Tindaya?, ¿dónde se ocultan las personas que el Gobierno de Canarias ha dejado sin atención sanitaria?, ¿dónde están las decenas de casos de corrupción de los partidos gobernantes de Canarias?, ¿dónde está Zerolo?, ¿dónde la imputación de Claudina Morales, Domingo González y toda la corporación de La Oliva?, ¿cómo sobreviven las cientos de familias sin ingresos ni ayudas institucionales?, ¿qué ha pasado con los miles de jóvenes que han sido expulsados del sistema educativo canario por falta de recursos, de becas, de oferta educativa?, ¿qué sucede con la represión policial en los barrios marginados?, ¿dónde están las voces críticas, los profesionales independientes, las minorías políticas, las alternativas sociales?

Pues eso. El día que amenacen con su cierre y con despedidos, los trabajadores de la Televisión Canaria lo mismo se recuperan de la amnesia informativa que ellos mismos provocan con su profesional silencio. Y lo mismo se sienten huérfanos de solidaridad, como huérfano se siente este pueblo de una televisión que no manipule ni que oculte la información a la que tenemos derecho.