lunes, 5 de agosto de 2013

La Estrategia

(Viñeta de J. Morgan)
La política no es una profesión, es una vocación. Parece que se nace con eso, adherido a algún cromosoma, o a algún gen, o al espíritu, o a algo. O a lo mejor es al revés y es la vocación la que llama al político una triste tarde de invierno apartándolo de otros caminos que no eran vocaciones, sino profesiones. Por culpa de ella se han perdido para el mercado laboral grandes abogados, grandes médicos, grandes registradores pero, sobre todo, se han perdido grandes parados. Gente abocada a tener un empleo precario o a no tener oficio a la que, de repente, la maldita vocación política le asalta al cuello y ya no se libra de ella hasta la muerte. Esa vocación, parece demostrado, luego genera una reacción química que afecta a las neuronas y se termina diciendo machangadas, con todo respeto. De eso se da cuenta uno después de algún tiempo. Porque si se dicen con traje y gesto serio, mirando a las cámaras, las machangadas se convierten en sentencias o en aforismos o en frases cliché que se aprenden en la escuelas de corrección política, a donde acuden los políticos cuando la vocación vacila. Allí aprenden a expresarse combinando circunloquios y perífrasis rumbo a la nada. Y cobran por eso y por otras nadas.

La nada más absoluta es no aparecer ni cuando se llaman a ellos mismos. Se convocan y no van, muchas veces por cuestiones de agenda. Su frenética actividad nadista a veces los confunde y convocan un pleno cuando ya habían concertado la asistencia a la romería o a la comunión del ahijado. Hay veces que hasta el iPad que les compramos no les recuerda sus citas a tiempo; citas a las que, por otro lado, no están obligados a acudir porque las reuniones también son vocacionales. Y otras veces se alinean los planetas y se produce el encanto: demagogia e incomparecencia más o menos a partes iguales.

Preocupado por el avance de la pobreza, que entre tanto ajetreo lo ha cogido de improvisto, el Parlamento canario se convocó a sí mismo para aprobar un plan al que llamó Estrategia Canaria frente a la Pobreza, la Exclusión Social y a favor del Desarrollo Humano. Así, todo seguido, conteniendo el aliento y sin desparramarse por el camino. La Estrategia es para leerla, en especial en lo concerniente al Desarrollo Humano. Fundamentalmente se trata de dar dinero a los empresarios para crear empresas y cargos y cursos y comisiones de seguimiento y convenios con las cámaras de comercios y comercios con las cámaras de convenios. Esto es el desarrollo humano según el Parlamento y a este tipo de economía que nos desarrolla humanamente la denomina economía azul (sic) y se queda tan pancho. Todo se basa, si confiamos en la estrategia, en que hay que tener en cuenta que las personas en esa situación viven en un determinado espacio o territorio (barrio, comarca, pueblo, distrito, bloque de edificios, ciudad, isla, municipio…) y en cada espacio podemos tener lo que necesitamos si valorizamos lo que tenemos.

Cójase esta última frase, contenida en el documento estratégico, y dele la vuelta, pásela a pasiva, vírela boca abajo, sacúdala, hágale una liposucción sintáctica y, por favor, nos la explican. Los que carecemos de vocación estamos en otro nivel y no terminamos de comprender. O eso o que se están descojonando de los pobres advirtiéndoles de que en sus barrios tienen lo que necesitan pero no valoran lo que tienen. Pobres tontos. Pero esto sería una provocación y no una vocación, que tienen la misma raíz pero caminos políticamente divergentes. Y esta gente -los diputados canarios que no los pobres- son gente seria y llevan meses asegurando que este pleno contra la pobreza era el más importante de la legislatura y posiblemente del último milenio. Pero se les descuadró la agenda poniéndolo el día veintinueve de julio: de sesenta señorías solo acudieron a votar treinta y seis. Confundieron la vocación con la vacación. Un descanso merecido después de poner un título tan largo a una estrategia compleja y además azul. Y es que no siempre valorizamos lo que tenemos en ese espacio parlamentario, donde la democracia y la pobreza están como ausentes.